2 de septiembre de 2016

El novelista Carlos Loveira y William Van Horne


Frecuentador de las tertulias de El Fígaro y amigo de Manuel Serafín Pichardo era Carlos Loveira, que pertenecía, en mentalidad y edad, a la generación joven de 1910, aunque admiraba a muchos hombres de la vieja generación que poseían, como no pudo adquirir él, una cultura superior que les permitía "comprender" muchas cosas, como Enrique Piñeyro, por ejemplo, que seguía a Hegel y lo comprendía como a "un profeta". Los que ahora envejecen recuerdan a Carlos Loveira que cultivó —como el médico Miguel de Carrión— el género verista de novela, un poco a la manera de Zola, sin la garra de éste, desnudando el cuerpo de nuestro organismo social. Era Loveira un hombre afable, sencillo. Se le tenía por melancólico. De origen humilde había emigrado, casi niño, huérfano, a Estados Unidos, regresando, después, en una, expedición revolucionaria. Al terminar la guerra caminó por diversas provincias y zonas del campo hasta arribar a La Habana, donde se hacían los preparativos para trazar el Ferrocarril Central. Presentado ante William Van Horne pronto fue empleado como "time keeper" (listero tomador de tiempo) donde entró en contactó con la masa ferrocarrilera que constituía la base (inicial) del proletariado cubano. Los tabaqueros tenían ya sus gremios y tanto en la capital, como en capitales y ciudades de provincia, el anarcosindicalismo ganaba prosélitos.

Para leer más sobre Loveira y su obra: en librinsula