15 de abril de 2018

Postal de la Cuba Railroad enviada desde La Gloria en Nuevitas (1919)


Fotos: © www.elhotelcamaguey.com

Postal # 48 de la segunda serie emitida por The Cuba Railroad. Enviada a Miss Emerson en el 512, Westford St. Lowell, Massachusetts. 
Es altamente probable -pues la firma por estar muy pegada el borde inferior de la misma puede haber obligado el remitente a modificar sus trazos- que haya sido enviada por el doctor W. P. Peirce (en algunos documentos aparece como W. P. Pearce o W. P. Pierce) o por su hijo quien también llevaba el mismo nombre, uno de los fundadores de esta comunidad de norteamericanos al norte de la provincia de Camagüey.








1 de abril de 2018

Rudyard Kipling y William Van Horne


Fragmento del capítulo 7 "La Casa propia de verdad"


"Con mi trabajo se alternaban ráfagas de desmedida publicidad. A finales de verano de 1906, por ejemplo, nos embarcamos para Canadá, a donde yo llevaba muchos años sin ir y que me habían dicho que empezaba a liberarse de su dependencia material y espiritual de los Estados Unidos. Nuestro barco era de las líneas Allan y de los primeros en llevar turbinas y telegrafía sin hilos. En el camarote del telégrafo, cuando cruzábamos como a tientas el estrecho de Belle Isle, un barco de la misma compañía, a sesenta millas, nos dijo en morse que la niebla era aún más espesa donde ellos estaban. Un ingeniero joven dijo desde la puerta: «¿Con quién hablas? Pregúntale si ha puesto ya a secar los calcetines». Y la vieja broma entre colegas atravesó la densa niebla. Fue mi primera experiencia práctica con la telegrafía sin hilos.
En Quebec conocimos a Sir William Van Horne, presidente de las líneas de ferrocarril del Canadá, pero que cuando nuestro viaje de novios, quince años antes, no era más que director del departamento que le había perdido un baúl a mi mujer y había puesto patas arriba a su división para buscarlo. Su tardía pero muy considerable compensación consistió en ponernos todo un vagón Pullman, con mozo de color incluido, para que recorriéramos el país enganchados a los trenes que quisiéramos y con el destino que nos apeteciera y todo el tiempo que nos viniera en gana. Aceptamos e hicimos todo eso hasta Vancouver y vuelta. Cuando queríamos dormir tranquilos, el vagón se quedaba secretamente en vías muertas y sin ruido hasta por la mañana. A la hora de comer, los cocineros de los grandes trenes correos, para los que era un honor llevar nuestro vagón, nos preguntaban qué nos apetecía. (Era la época del pato silvestre con arándanos.) Bastaba que pareciéramos querer algo para que ese algo nos estuviera esperando a unos cuantos kilómetros de recorrido. De este modo, y con estas comodidades, seguimos viajando, cada vez mejor, y el proceso y el progreso eran un disfrute para William, el mozo de color, que nos hacía de camarero, niñero, ayuda de cámara, mayordomo y maestro de ceremonias. (Para colmo, mi mujer entendía su manera de hablar y esto hizo que él terminara por encontrarse a gusto.) Mucha gente venía a vernos en las estaciones, y había que preparar y dar toda clase de discursos en los pueblos. En el caso de las visitas, William, medio oculto tras un enorme ramo de flores, me decía: «Otra comitiva, jefe, y más regalitos para la señora». Si había que dar discurso, me decía: «Hay que dar un discurso en X. Siga con lo que está escribiendo, jefe, sólo tiene que sacar los pies de la mesa y yo le limpio los zapatos mientras». Y así, con los zapatos adecuados y bien limpios, el inmortal William me sacaba a escena".



14 de marzo de 2018

Dos postales del Hotel Camagüey circuladas en los años 50

El Hotel Camagüey estuvo abierto desde 1905 hasta 1943. Aún después de haber echado el cierre, muchas de las postales emitidas con las hermosas vistas de su patio, seguían circulando en la década de 1950. Aquí dos de ellas enviadas a los EE.UU y Francia y que fueran editadas por Roberts Tobacco Co. en las décadas de 1930 y 1940.





Fotos: © www.elhotelcamaguey.com



24 de febrero de 2018

La esposa de Horatio Rubens desvalijada en el tren Madrid-París


Horatio Rubens, nacido en EE.UU. y casi cubano por adopción fue nombrado presidente de los Ferrocarriles Consolidados de Cuba en 1925, tras la unión de la Cuba Railroad Company y el Ferrocarril del Norte. Muy apreciado por Martí, amigo Gonzalo de Quesada y fiel colaborador de William Van Horne.
La nota fue publicada en el periódico "Le Courrier du Canada" el 17 de octubre de 1900. En ella se precisa que la esposa del Sr. Rubens salió en un barco desde Cuba hacia España el 27 de septiembre del propio año. Al parecer dos maleantes conocidos de la policía cubana tomaron el mismo barco, y luego subieron al mismo tren que la conocida dama, desvalijándola de dinero y joyas por valor de 20,000 dólares. Aunque también se sospecha de un sirviente.



16 de febrero de 2018

Domingo Alejandro Galdós Belzaguy (1873-1952)



Domingo Alejandro Galdós y Belzaguy, nació en una finca de la propiedad de su padre, cerca del pueblo de Pedro Betancourt, en la provincia de la Habana. Su padre fue patriota y veterano de la guerra del 68. Todavía era un niño cuando emprendió en los Estados Unidos estudios superiores, más tarde la carrera comercial y también ingeniería. Así es que en Norte América adquirió la base de su cultura y la afición al comercio, las finanzas y las grandes empresas. Luego pasó a Francia, donde modeló y mejoró sus conocimientos.
Al regresar a la patria y emplearse en los Ferrocarriles Unidos de la Habana, su preparación era notable, aparte de los tres idiomas que dominaba. Después siguió aplicado a la misma labor en los ferrocarriles de México. Cuando estalló la guerra de Cuba, siguiendo la misma ruta de ideales que su ilustre padre, quiso venir a la guerra. Al conocer la Delegación Cubana las ventajosas dotes de Galdós y su entusiasmo patriótico, estimó más práctico dedicarlo a las actividades civiles. De este modo inició sus servicios en Sur América. La Prensa Unida lo nombró su corresponsal en Centro América, Colombia, Venezuela y Ecuador. Sus informaciones contribuyeron esforzadamente a la propaganda de la causa cubana. Además de tan importantísima función periodística informativa, de expansión mundial, desempeñó la dirección de los periódicos La Estrella de Panamá y The Panamá Star and Herald. Tan pronto cesó la dominación española regresó a la Isla. Intimó en esta etapa con el acaudalado empresario canadiense Sir William Van Horne que hallábase husmeando proyectos ferrocarrileros y sus anexos para implantarlos en esta tierra tan necesitada de fomentadores capitales. Galdós, a partir de este momento, fue para Van Horne acertado descubrimiento, como leal y magnífico colaborador. Idiomas, correcta educación literaria, comercial, financiera, ferrocarrilera y, sobre todo, un carácter de externa suavidad y gentileza, y a la vez de férrea envergadura y voluntad. Quedó unido a Van Horne. Cooperó a la construcción del famoso y útilísimo Ferrocarril Central, viejo proyecto detalladamente estudiado en los tiempos de la colonia, pero que dormía letal sueño en archivos oficiales. Van Horne llevó a cabo la portentosa obra de unir a Santiago, en combinación con Santa Clara, con la Habana y Pinar del Río, Galdós ganóse de tal suerte la confianza, que voló en mejoras. Apenas nueve meses, en 1901, fue tesorero de la compañía. Al momento pasó a ocupar el cargo de jefe del departamento de tráfico. Y tal fue su éxito que en poco más de un año ascendió a administrador general.  Justo es decir que la rapidez de sus saltos debíanse exclusivamente a sus méritos.
Puso a contribución la experiencia que había adquirido, inquebrantable brío y afán de mejorar los intereses de la compañía. Más tarde culminó en Vicepresidente. En este cargo ya su posición quedó definitivamente plasmada; era la confianza de la empresa. A la muerte del generoso canadiense, en 1916, le sucedió en el control del ferrocarril y sus intereses, Horacio S. Rubens, notable abogado norteamericano, que en otros tiempos había iniciado diversas empresas en Cuba; que goza de valimiento en el pueblo cubano y puesto de honor en la historia de nuestras revoluciones por su amistad y actuación junto a Martí, hasta haber merecido el grado de coronel honorario del Ejército Libertador. Rubens sumóse a Galdós y éste siguió siendo el colaborador más robusto en los Ferrocarriles del Norte de Cuba. Puede afirmarse que Galdós es el cubano de más capacidad ferrocarrilera que existe en Cuba. Hombre dedicado a la marcha y vida de esa organización, hoy más que nunca dificilísima de dirigir y mantener a flote debido a la lastimosa crisis que padecemos.
En reciente periodo se dejó seducir por las sirenas de la política, con céfiros de la utilidad que podría ofrecer a la provincia de Camagüey como Senador. Pero intervino el más secular poder oficial y todo tornóse en polvo... Galdós, que poca fe había puesto en la aspiración, ha seguido timoneando con Rubens los ferrocarriles.
Conviene apuntar, a la vez, que es aficionado a las bellas letras. Escribe con fina facilidad y es notable en los estudios de la materia que administra.

Artículo de Gerardo Castellanos publicado en "Panorama histórico : Ensayo de cronología cubana : Desde 1492 hasta 1933" Tomo II. 

Relacionado: Una rama de la familia Galdós en Cuba

29 de enero de 2018

Los tres benefactores de Cuba



"Corre por aquí un dicho no exento de gracia y de verdad, según el cual «los tres benefactores indiscutibles de Cuba han sido, Cristóbal Colón, que la descubrió; José Martí, que la independizó, y... Sir William Van Horne, que construyó el Ferrocarril Central»...
Indudablemente, esta obra magna — eterno bochorno de nuestros gobernantes que no supieron o no quisieron acometerla, y legítimo orgullo de la generación que la ha visto realizada casi por arte de encantamiento en menos de dos años — ha venido a cambiar por completo la faz y el porvenir del interior de la Isla.
Surgen diariamente y se acrecen de un modo prodigioso, a ambos lados de la línea, poblados y caseríos, potreros y zonas de cultivo, que en plazo no lejano habrán transformado extensos eriales y dilatadísimas maniguas en otros tantos centros de producción que señalan para Cuba un espléndido porvenir.
El Camagüey, por su suerte, es el corazón de este nuevo núcleo de riquezas y de actividades que se condensan y adquieren personalidad de un modo rápido y bien definido".


27 de enero de 2018

Thomas Merton en el Hotel Camagüey

Foto: La Stampa

Tomado del artículo de Jesús Lozada Guevara, "Thomas Merton en la isla brillante" (al parecer esta es una versión reescrita del mismo artículo aparecido antes en la web)

"Sus pasiones regresaron en Camagüey, pero no tenía por qué preocuparse. Santa María del Puerto del Príncipe no era un lugar peligroso. Yo que soy de allí me limito a decirle a Tom que no toque esa tecla, que pueblo chiquito es averno grande, aunque aquella, mi ciudad, no es tan pequeña como la pintan ni tan grande como hubiéramos deseado. Es gracioso su dibujo: “ciudad muy insípida y soñolienta…en donde prácticamente todo el mundo estaba en cama a las nueve de la noche”.
En Camagüey siguió leyendo a Teresa de Cepeda, “bajo las palmeras grandes y magnificas de un jardín enorme que tenía enteramente” para él. Cintio Vitier cree que Merton se refiere al Casino Campestre, espacio lleno de árboles de diversas especies, en el que crece El árbol de la República, como lo llama el poeta Rafael Almanza; pero creo que se equivoca. El Casino es parque, no jardín, las palmas solo guardan la avenida que hoy conduce al estadio y, por la costumbre de las tiñosas de tenerlas por casa, nada de admirable ofrecen. Por debajo de ellas hay que andar en marcha apurada, y así no se puede leer. Bajo las palmas -flacas, pestilentes y manchadas- no hay bancos.
Más bien parece que nuestro amigo describe los jardines del antiguo Hotel Camagüey, antes Cuartel de Caballería del ejército español y hoy Museo Provincial Julio Antonio Mella (el nombre correcto es Ignacio Agramonte)  Es un jardín de palmeras enormes, con bancos y una fuente recoleta en la que un niño de bronce orina con inocente desfachatez. Rodeado de arcadas de medio punto, es un lugar solitario y silencioso, propicio para la lectura.
El Casino quedaba a las afueras del Camagüey de los años 40, el Hotel a dos cuadras de la Terminal de Ferrocarriles y a unas cinco o seis cuadras del lugar desde el que llegaban y salían los ómnibus de la línea Santiago-Habana, en la calle Avellaneda. Además, para leer en el Casino hay que disponerse a viajar, y los hoteles de la época estaban distribuidos en las calles del centro, y el Hotel Camagüey estaba en los inicios de la Avenida de los Mártires.

A favor de la hipótesis de Vitier está la devoción de Merton por la Virgen de la Caridad, motivo de su peregrinar. Para ir a saludarla en Camagüey hay que atravesar una avenida y llegar a un barrio, los de la Caridad, justamente, donde está el santuario diocesano. A su costado hallamos el Casino Campestre. Era aquella una zona bien comunicada, los tranvías, los coches, los ómnibus, llegaban hasta allí; pero el poeta no menciona esa iglesia, sino otra, la de Nuestra Señora de la Soledad, advocación rarísima, que le acompañó siempre".