22 de mayo de 2015

Kenneth Oppel: Le Prodigieux

El escritor canadiense Kenneth Oppel (Vancouver, 1967) reconocido por sus novelas para adolescentes, recién publicó “The Boundless”, traducido al francés como "Le Prodigieux", que recrea mezclando historia y fantasía, una parte entrañable de la historia de Canadá, la construcción del ferrocarril que atravesó el país de costa a costa. El personaje principal, Will Everett se inspira en el niño que aparece en la famosa foto de "el último clavo".


Un fragmento del primer capítulo:

Will court le long du quai pour contourner le train. Peut-être parviendra-t-il à rattraper la fille. Un homme surgit soudain du wagon de passagers et Will le percute de plein fouet avant de s’étendre de tout son long. En se relevant tant bien que mal, il aperçoit des chaussures scintillantes, bien campées sur le quai.
— Désolé, monsieur ! lance-t-il à l’attention du gentleman. C’est un type à la forte carrure. Pas étonnant qu’il ne se soit pas effondré. Il arbore une moustache et une barbe taillée avec soin. Sur sa tête carrée, ses cheveux ne commencent qu’au milieu du crâne. Son veston et son manteau élégants se tendent sur son ventre ferme. Will est surpris de découvrir dans ses yeux de l’amusement et non de la colère.
— Tu es rudement pressé, petit.
— Désolé, monsieur, mais… il y a une fille… qui m’a pris quelque chose…
— Ah ! Elle a dérobé ton cœur ?
Le visage de Will s’empourpre.
— Non, bredouille-t-il, honteux. Ma dent de sasquatch.
— Ah bon ? lance le gentleman, intrigué.
Se penchant, il ramasse le carnet à dessins de Will, un peu tordu. Il hausse les sourcils en examinant les croquis. Will donnerait n’importe quoi pour disparaître, avec ou sans une bouffée de fumée. Mais il est hors de question qu’il reparte sans son carnet. Et il ne peut tout de même pas exiger de l’homme qu’il le lui rende.
— Jolies images, déclare celui-ci. Si je comprends bien, un membre de ta famille travaille au chemin de fer. Will s’oblige à regarder l’homme dans les yeux.
— Mon père, monsieur. Je l’attends.
Will a l’impression d’avoir déjà vu ce gentleman. Mais où ?
— Il est là-haut, dans les montagnes ? Comment s’appelle-il ?
— James Everett.
Le gentleman esquisse un geste bourru de la tête.
— Un homme de qualité.
Will se demande si l’homme lui joue un tour.
— Vous le connaissez ?
— Bien sûr. Je me fais un point d’honneur de connaître mes meilleurs employés. J’administre le Canadien Pacifique. Je m’appelle Cornelius Van Horne.
Van Horne lui tend la main. Pendant un moment, Will est paralysé. Bien sûr qu’il le connaît, cet homme ! Il a vu sa photo dans les journaux. Son père a mentionné son nom dans ses lettres. Depuis cinq ans, Van Horne surveille les moindres aspects de la construction du chemin de fer. À la fois directeur général, ingénieur, visionnaire – et, selon le père de Will, un maître implacable. Toutefois, Will sait aussi par son père que l’homme avait ouvert un chemin dans la forêt vierge avec un sac de quarante livres sur le dos et franchi à gué une rivière aux eaux tumultueuses. Will lui serre la main. La poigne du baron des chemins de fer est à la fois rapide et forte.
— Comment t’appelles-tu ? lui demande Van Horne.

— William Everett, monsieur.





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12 de mayo de 2015

VAN HORNE, el Creador del Ferrocarril Central de Cuba (1)


Por: Herminio Portell Vilá (1901-1992)

William Cornelius Van Horne, el gran constructor de ferrocarriles y genio impulsor del progreso de las tierras vírgenes de América, fue un verdadero ciudadano del Nuevo Mundo, leal a todos los países a los que llevó sus empresas fecundas y sin preocuparse poco ni mucho por los prejuicios nacionales, raciales o religiosos. Los Van Horne habían venido a América en los días de gloria de la República Holandesa, en el siglo XVII, y se habían establecido en Nueva Amsterdam, una pequeña factoría sobre la isla de Manhattan, en la desembocadura del Hudson, que años más tarde se convertiría bajo la dominación inglesa en la ciudad de Nueva York. Eran pues, del grupo de colonizadores que como los Roosevelt, los Stuyvesant y otros muchos, serían los cimientos de la sociedad colonial norteamericana. Durante muchos años los Van Horne permanecieron en Nueva York y se distinguieron en el comercio, la agricultura, el clero, etc; pero hacia 1832 uno de sus descendientes, Cornelius Covenhoven Van Horne, decidió incorporarse al gran movimiento de la colonización del Oeste y se estableció en Chelsea, sobre el valle del Illinois y junto al camino de Oregón por el cual pasaban los pioneros más audaces que iban hacia la costa del Pacífico. Cornelius Covenhoven Van Horne casó en segundas nupcias allá por 1842 con Miss Margaret Minier Richards, de Pennsylvania y el 3 de febrero de 1843 nació el mayor de sus hijos, William Cornelius.

Vivian los Van Horne sin grandes comodidades en una granja poco cultivada, porque el jefe de la familia era abogado y se dedicaba mayormente a esa profesión, y toda aquella comarca era atrasada y casi desierta, por lo que no había posibilidad de ir a la escuela. En la tradicional cabaña de troncos de árboles transcurrieron los primeros años de vida de William Cornelius Van Horne, sin tener otras distracciones que el dibujar con un pedazo de pizarra o de plomo, o recoger piedras que le interesaban por su brillo o por su forma. Así, sin embargo, surgían en él, a temprana edad, las que después serían sus aficiones dominantes y que lo convertirían en pintor y geólogo de gran distinción.
En 1851 los Van Horne vendieron la granja y se fueron a vivir en el pueblo de Joliet, Illinois, donde el abogado neoyorkino, amigo de Abraham Lincoln y de Stephen Douglas, dos letrados cuyo porvenir nadie podía adivinar por entonces y que tenían cierto renombre entre los políticos de Illinois, se proponía hacer fortuna. Cuando Joliet se convirtió en municipio, Van Horne fue electo el primer alcalde del mismo. Sus hijos asistían a la escuela local y William se distinguía notablemente como el primero de los alumnos en la clase y también por su carácter independiente y por la seriedad con que dedicaba sus ratos de ocio a coleccionar los fósiles que recogía en sus excursiones por los alrededores del pueblo. La epidemia de cólera de 1854 lo dejo huérfano de padre cuando solo tenía once años de edad, y cuando la viuda de Van Horne trató de arreglar los asuntos de la familia se encontró con que todos los bienes eran cuentas incobrables y contra las cuales había que enumerar muchas otras, debidas y para el pago de las cuales los acreedores no querían esperar. Hubo que venderlo todo y reducirse a una choza; pero la energía de la madre y el sentido de responsabilidad que revelaba el primogénito hicieron posible que la familia pudiese ir tirando, aunque con múltiples privaciones.

William recorría las casas de Joliet con su hacha y se ofrecía para cortar leña por unos cuantos centavos; pero un día le cayó en gracia al jefe del centro telegráfico de la población y le dio permiso para que distribuyese a domicilio los despachos recibidos, con lo que se ganaría las propinas. Las horas en que no estudiaba en la escuela, el niño se las pasaba en la oficina de telegrafía y con su despierta inteligencia no tardó en familiarizarse con el alfabeto morse y los aparatos de transmisión y recepción. Los telegrafistas le enseñaron el oficio, primero por diversión y después para que  les relevase por pequeños periodos de tiempo mientras ellos echaban una partida de naipes o iban al café. En 1856, cuando Lincoln visitó a Joliet en su campaña política, el telegrama descriptivo de la recepción y del discurso de la abolición de la esclavitud pronunciado por Lincoln, fue redactado y enviado por aquel niño de trece años de edad. Al año siguiente ya Van Horne era telegrafista del Ferrocarril Central de Illinois y ayudaba más eficazmente a su familia. Pasó después como despachador al Ferrocarril Central de Michigan y un día cuando apenas si había cumplido quince años, se apareció en el despacho del superintendente general para proponerle que construyese una línea telegráfica independiente, administrada por la compañía para el uso público y de la cual el sería el operador. Aceptada la oferta, Van Horne estuvo a cargo del nuevo circuito y reportó los incidentes del famoso duelo oratorio entre Lincoln y Douglas, los antiguos amigos de su padre, acerca de la esclavitud, que agitaban poderosamente a la opinión norteamericana y anunciaban la Guerra de Secesión  si no llegaba a tiempo la solución del conflicto planteado. Van Horne dominaba tan bien la técnica de transmisión telegráfica que podía recibir mensajes simplemente por el sonido y en aquellos tiempos esta habilidad le constituía en telegrafista muy experto. Serviríale además, en el futuro, poderosamente, en su carrera de constructor y administrador ferroviario.

Hacia 1859 la pequeña estación de ferrocarril en Joliet recibió por sorpresa la visita del superintendente general de la compañía. Van Horne recibió el despacho que anunciaba la llegada cuando no había tiempo para nada más y corrió con él al jefe y se lo mostró. A toda prisa se instruyó al personal para que estuviera en sus puestos y Van Horne, por su juventud fue dejado a un lado. El tren especial llegó y de él bajó un hombre de imponente apariencia con sombrero de copa y envuelto en un amplio guardapolvo, quien permaneció junto al estribo del coche, en espera de ser cumplimentado. Avanzó humilde el jefe de estación  y le saludó respetuosamente mientras el visitante le contestaba con estudiada circunspección, detrás de la cual se advertía el aire de mando. Presentados los empleados, cada uno de ellos tuvo un reconocimiento menor según su categoría y Van Horne no se acercó, sino que se quedó contemplando todo aquello como ensimismado. A poco el convoy emprendió la marcha, con la misma solemnidad, y uno de los empleados se acercó y pregunto a Van Horne:
- ¿En qué piensas, Bill? Te has quedado mudo al ver al superintendente general…
Pero la respuesta lo dejo asombrado, porque el muchacho dijo:
- Estaba pensando en que debe ser una gran cosa desempeñar un puesto como ese. Hay gloria, hay orgullo y hay dinero en tener ese cargo. He resuelto llegar a ser superintendente general de ferrocarriles…(continuará)

Nota: Se ha respetado la sintaxis y ortografía original del artículo.

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6 de mayo de 2015

Cuba Railroad Report (1909)


Sir William Van Horne, president of the Cuba Railroad, says regarding the extension to the line now under construction: Work will be rushed forward this winter and we expect to have the new line in operation by August, 1910. The rainy season will soon be over, and the work will progress much more rapidly.
This extension leaves the main line at Marti, in Camagüey Province, running thence to the city of Bayamo, at which point a branch turns southwestward to the port of Manzanillo, the main extension continuing southeastward to Palma Soriano, which is already connected with San Luis by a portion of the new line already in operation. The inauguration of this line will shorten the possible time between Havana and Oriente. 
The stock of the Cuba Railroad is owned by the Cuba Co., which company owns several large sugar mills in the district, through which the extension is to pass.
Crops both in this section and in the central portion of the island from Santa Clara to Santiago, through which the main line passes, are in excellent condition, and promise a big yeld.
The Cuban Government is supbsidizing to the extent of $8,000 for each of the approximately 160 miles in the extension.—Wall Street Journal.

Tomado de The Cuba review, 1909

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3 de mayo de 2015

Passenger's Check, The Cuba Railroad Co.

Servicio de coches dormitorios - contraseña para el pasajero

El equipaje, dinero, joyas y otros valores que los pasajeros lleven en el Dormitorio, serán transportados a riesgo de sus dueños; y se les prohibe a los empleados de la empresa que se hagan cargo de dichos artículos.
Se ruega a los señores pasajeros que, con remisión de esta contraseña, den cuenta de cualquiera deficiencia que observen en el servicio o de cualquier falta de atención que con ellos cometan los empleados del Dormitorio.
Estas quejas se dirigirán al Agente del Tráfico, Camagüey.


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