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27 de enero de 2018

Thomas Merton en el Hotel Camagüey

Foto: La Stampa

Tomado del artículo de Jesús Lozada Guevara, "Thomas Merton en la isla brillante" (al parecer esta es una versión reescrita del mismo artículo aparecido antes en la web)

"Sus pasiones regresaron en Camagüey, pero no tenía por qué preocuparse. Santa María del Puerto del Príncipe no era un lugar peligroso. Yo que soy de allí me limito a decirle a Tom que no toque esa tecla, que pueblo chiquito es averno grande, aunque aquella, mi ciudad, no es tan pequeña como la pintan ni tan grande como hubiéramos deseado. Es gracioso su dibujo: “ciudad muy insípida y soñolienta…en donde prácticamente todo el mundo estaba en cama a las nueve de la noche”.
En Camagüey siguió leyendo a Teresa de Cepeda, “bajo las palmeras grandes y magnificas de un jardín enorme que tenía enteramente” para él. Cintio Vitier cree que Merton se refiere al Casino Campestre, espacio lleno de árboles de diversas especies, en el que crece El árbol de la República, como lo llama el poeta Rafael Almanza; pero creo que se equivoca. El Casino es parque, no jardín, las palmas solo guardan la avenida que hoy conduce al estadio y, por la costumbre de las tiñosas de tenerlas por casa, nada de admirable ofrecen. Por debajo de ellas hay que andar en marcha apurada, y así no se puede leer. Bajo las palmas -flacas, pestilentes y manchadas- no hay bancos.
Más bien parece que nuestro amigo describe los jardines del antiguo Hotel Camagüey, antes Cuartel de Caballería del ejército español y hoy Museo Provincial Julio Antonio Mella (el nombre correcto es Ignacio Agramonte)  Es un jardín de palmeras enormes, con bancos y una fuente recoleta en la que un niño de bronce orina con inocente desfachatez. Rodeado de arcadas de medio punto, es un lugar solitario y silencioso, propicio para la lectura.
El Casino quedaba a las afueras del Camagüey de los años 40, el Hotel a dos cuadras de la Terminal de Ferrocarriles y a unas cinco o seis cuadras del lugar desde el que llegaban y salían los ómnibus de la línea Santiago-Habana, en la calle Avellaneda. Además, para leer en el Casino hay que disponerse a viajar, y los hoteles de la época estaban distribuidos en las calles del centro, y el Hotel Camagüey estaba en los inicios de la Avenida de los Mártires.

A favor de la hipótesis de Vitier está la devoción de Merton por la Virgen de la Caridad, motivo de su peregrinar. Para ir a saludarla en Camagüey hay que atravesar una avenida y llegar a un barrio, los de la Caridad, justamente, donde está el santuario diocesano. A su costado hallamos el Casino Campestre. Era aquella una zona bien comunicada, los tranvías, los coches, los ómnibus, llegaban hasta allí; pero el poeta no menciona esa iglesia, sino otra, la de Nuestra Señora de la Soledad, advocación rarísima, que le acompañó siempre".

16 de noviembre de 2017

Zenobia Camprubí en el Hotel Camagüey

El País: Zenobia Camprubí y Juan Ramón Jiménez, fotografiados el 2 de marzo de 1916, día de su boda en la Iglesia de St. Stephen en Nueva York.


Antonio Ramírez Almanza  en el capítulo 13 del libro "Zenobia Camprubí y la Edad de Plata de la cultura española" nos cuenta sobre la estancia de Zenobia en Cuba. Todo parece indicar, que el jardín que ella describe cuando visitó tierras Agramontinas se trate del patio interior del Hotel Camagüey, que según testimonios de innumerables huéspedes y viajeros,  era deslumbrante por sus exuberantes y exóticas flores y plantas. La iglesia Episcopal a la que hace referencia se localizaba en la propia Avenida de los Mártires, a escasas tres cuadras del hotel, por lo que si no estuvo hospedada en él la noche en que pernoctó en la ciudad, al menos debió haber pasado por allí esa misma noche, y al amanecer se motivó a regresar para volver a disfrutar del encantador jardín, placer que se perdió Juan Ramón Jiménez, quien prefirió quedarse en La Habana.

"De una semana antes de su marcha definitiva de Cuba, aún nos vamos a encontrar un último testimonio de su desprendimiento. No lo comenta en el diario pero se encuentra en Camagüey (entonces enclave de la colonia norteamericana), antiguo Puerto Príncipe, ciudad natal de Gertrudis Gómez de Avellaneda y de nuestra querida Graciela Palau de Nemes. Tenían allí los episcopales de EE.UU. una iglesia y una escuela dirigida por Mr. Goodin. Le habían pedido que les hablara a los niños: "lo que hice, para decirles tan sencilla y directamente como me fue posible, cómo era la guerra y para rogarles por trabajar la paz desde la niñez, atacando la guerra desde sus principios, que era la mala voluntad", nos cuenta".
"...Sin duda, hermosa es la descripción que nos hace de aquella jornada en Camagüey"

Postal # 34 de la serie emitida por The Cuba Railroad.


"…Las más sobresalientes impresiones del dia: el bello jardín que descubrí temprano en la mañana, más hermoso que como lo adiviné la noche anterior: masas de buganvilla, coralillo, palmas, me recordó el hotel en Fez que fue palacio del Cadí. Voluptuosos e inmensamente lujosos árboles del pan, bambúes, flamboyanes y laureles principalmente. Las viejas barracas, un espléndido fondo arquitectónico"

1 de julio de 2015

Los pilotos españoles Barberán y Collar en el Hotel Camagüey




Aunque ya tiene algunos años, resulta muy interesante la reseña que el periódico Juventud Rebelde hace sobre este libro que narra la hazaña del Cuatro Vientos, la llegada a Camagüey de los dos pilotos españoles, y su posterior desaparición cuando emprendieron el vuelo que los llevaría a México desde La Habana. ¿Un accidente o un atentado tramado por el dictador Gerardo Machado para vengarse de Joaquín Collar por haberse atrevido a tener relaciones con su amante? Hasta el presente no hay nada claro:

"Domingo y Fernández-Coppel comparten la versión oficial de la caída del Cuatro Vientos al mar. Para los cubanos su obra adquiere particular relieve por las amplias referencias a la estancia cubana de los pilotos españoles, que se alojaron, primero, en el desaparecido hotel Camagüey (actual Museo Ignacio Agramonte) y en La Habana, en el hotel Plaza, y recibieron cálidas muestras de admiración y cariño en ambas ciudades. Homenajes que Barberán y Collar reciprocaron al donar para los sectores menos favorecidos de cubanos y españoles residentes las cuantiosas sumas de dinero con que instituciones bancarias radicadas en la Isla quisieron recompensar su hazaña".

15 de marzo de 2015

Cuento para la radio: Historia y alpaca



Cuento basado en hechos reales. Original para la radio de la escritora Aimée Chau Rodríguez.Transmitido por Radio Cadena Agramonte, Camagüey, Cuba. 2 de febrero de 2014.

Para la realización de este espacio se utilizó la obra inédita “Retrato en vivo de un museo”, del periodista y escritor camagüeyano Ariel García Suárez (1924-2002).

© www.elhotelcamaguey.com

4 de marzo de 2015

Cuartel, hotel y museo (1)


El presente artículo forma parte del libro inédito "Retrato en vivo de un museo", del fallecido periodista camagüeyano Ariel García Suárez (1924- 2002)



Según asientos en el tomo único de la Real Hacienda correspondiente a los años 1836-1855, la venta del solar situado en el paraje conocido como La Vigía, en la ciudad de Puerto Príncipe (hoy Camagüey), se registró mediante el pago de 794 pesos y cuatro reales, siendo adquirido por el Gobierno Español de su legitima propietaria doña Soledad Sánchez, quien lo había heredado de su difunto padre Bernabé Ignacio, de igual apellido.
La transacción se legalizó el 13 de diciembre de 1845 ante José María Álvarez, escribano de la Real Hacianda, cuando ya estaba en construcción, desde mayo del propio año, el proyecto para el Cuartel de los Lanceros del Rey, siendo dirigidos los trabajos por el teniente coronel Juan Campuzano, comandante de ingenieros en el distrito militar de Puerto Príncipe. El frente de la extensa edificación daba entonces a la calle de La Vigía (Avenida de los Mártires) y al fondo con la de Pobres, entre las calles transversales llamadas de Ignacio Sánchez y Rotario.
Consta en archivos que desde el 29 de mayo de 1844 se había subastado el suministro de materiales para la obra del Cuartel de Caballería, contrato que fue suscrito con Manuel Mendiola en lo referente al abasto de cal, y con Pedro Alcántara tocante a ladrillos y tejas de barro cocido, que eran por aquellos tiempos los elementos básicos locales para levantar fabricaciones perdurables.
El magnífico recinto castrense, respondía, entre otras cosas, a las manifestaciones incipientes y aisladas contra la dominación hispana, que siguieron a la protesta pública de la plaza Santa Ana, en 1822, y luego el abortado movimiento conspirativo lidereado por el protomártir cubano Francisco Agüero y Velazco ("Frasquito"), ahorcado en la Plaza Mayor de Puerto Príncipe, el 16 de marzo de 1826, tras desembarcar por las costas de Santa Cruz del Sur con la idea de ponerse al frente de una rebelión de corte independentista. Tal conato no fructificó por la delación comprobada y ruptura de Manuel Andrés Sánchez y Pérez, el otro complotado principal, que a pesar de su traición también fue condenado a morir en la horca.
El edificio del cuartel, de sobrio estilo militar, concebía dos plantas insertadas en el centro de cada lateral, se erigió a un costo sobre los 60 000 pesos fuertes, y fue uno de los mejores de su tipo en la isla. Poseía un inmenso patio interior y aspilleras defensivas situadas convenientemente, amén de estar fortificado con parapetos, baluartes y muros de grueso espesor. El bastión español quedó terminado a finales de agosto de 1848, y desde los primeros momentos mostró la intención represiva de sus funciones.
Así fue que, tres años después de ser inaugurado, el Cuartel de Caballería sirvió de prisión al abogado y revolucionario puertoprincipeño Joaquín de Agüero y Agüero, quien víctima de una confidencia fue capturado en la zona de Juracal, por encabezar el alzamiento armado de 1851 contra el poder colonial de la metrópoli. En el propio cuartel  sesionó el Consejo de Guerra, y además de Agüero estuvieron encarcelados allí sus compañeros de lucha e infortunio Miguel Benavides Pardo, Fernando de Zayas Cisneros y Tomás Betancourt Zayas, todos fusilados el 12 de agosto de 1851 en la sabana de Beatriz Méndez.
El Cuartel de Caballería de los Lanceros del Rey, se impuso como tal hasta el 31 de diciembre de 1898, cuando fue abandonado por las fuerzas españolas luego que éstas entregaran Puerto Príncipe al ejército norteamericano. Al día siguiente se inició el funesto período de la primera intervención militar yanqui (1899-1902), que tantas lágrimas, humillaciones y saqueo de sus bienes costó al pueblo de Cuba.



Concluida la primera etapa de la ocupación foránea, el "gobierno cubano" cedió en arrendamiento el otrora Cuartel de Caballería a la empresa ferroviaria The Cuba Railroad Company. La operación concertada por un término mínimo de veinticinco años, se ajustó el 3 de abril de 1903 en la suma miserable de ochenta y tres pesos con treinta y tres centavos mensuales, insertada una cláusula leonina "made in usa", que legitimaba la prórroga del convenio por otro cuarto de siglo, añadido un aumento ridículo del alquiler.
El espacioso edificio, adaptado y remodelado, se convirtió en el hotel Camagüey  desde el mes de enero de 1905, al servicio de los viajeros pudientes del ferrocarril. Tal como hizo la empresa trasnacional con el hotel Casa Granda, en Santiago de Cuba. En el nuevo hotel de setenticinco habitaciones se instalaron los primeros servicios sanitarios modernos de la provincia agramontina, en lo que significó un adiós sin nostalgia a la antihigiénica letrina.
Allí se hospedaron los famosos cantantes liricos españoles Esperanza Iris e Hipólito Lázaro, los aviadores hispanos Mariano Barberán y Joaquín Collar, héroes del vuelo Sevilla- Camagüey, así como otras personalidades de la política, la ciencia, el arte y los negocios. De ese modo, el antes cuartel de caballería, joya arquitectónica de estilo depurado del Camagüey colonial, pasó a ser hotel de cierta categoría bajo el tutelaje empresarial de los nuevos conquistadores.

 © www.elhotelcamaguey.com

24 de febrero de 2015

Proemio


Este blog es un homenaje a una ciudad, un hotel y un hombre: Camagüey, El Hotel Camagüey y Sir William Van Horne. Las entradas que publicaremos forman parte de un libro en preparación, que debe ver la luz en el transcurso del presente año en un futuro no muy lejano. Su autor, un simple bibliotecario de provincias, agradece de antemano su visita a los predios de este extraordinario hotel -transformado en 1955 en el Museo Ignacio Agramonte- y acepta sus comentarios y sugerencias.

Foto: Una vista de los jardines del Hotel Camagüey, c.1905

© www.elhotelcamaguey.com